El carro que transporta el cadáver amortajado del mercader ha llegado a las puertas de Tarragona cuando ya ha anochecido. Los cofrades visten sus hábitos de verdugo y algunos de ellos se colocan los capirotes que ocultan su cara.
Entran en procesión en la ciudad silenciosa.
Delante va el niño, tocando una matraca. Le siguen tres congregantes, a cara descubierta, con la gran imagen del Cristo crucificado. Uno lleva la imagen, mientras otros dos están preparados para relevarlo con frecuencia de su tarea.
Desfilan a continuación ocho cofrades embozados, que iluminan la oscuridad con sus hachas humeantes y preceden al carro que transporta el cuerpo del difunto.
Les sigue un sacerdote acompañado de un monaguillo.
Todo está en silencio, salvo el gemir de las ruedas metálicas del carro sobre el empedrado de las calles desiertas.
De pronto, el sacerdote se pone a cantar…
Escúchala con atención…
De repente, se empiezan a ver luces que salen por puertas y ventanas. Son los habitantes de Tarragona que acuden a acompañar al Héroe. Unos cantan la canción, mientras desde las ventanas otros arrojan flores.
Nunca olvides que los Héroes no necesitan funerales, les gustan la música y las flores.
Poco a poco se hace la luz, y nos encontramos inmersos en el Siglo XXI. Aparecen ante nuestros ojos imágenes de la procesión del Santo Entierro, que se celebra todos los años en Tarragona.
Sí, la Venerable Congregació de la Purísima Sang de Nostre Senyor Jesucrist empezó pronto a celebrar una procesión el Jueves Santo y posteriormente a organizar la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo.
Hoy en día ya no está vigente la pena de muerte, y los heridos y muertos en carretera son atendidos por organizaciones dotadas de excelentes profesionales.
Pero continuó la tradición religiosa, y a lo largo de los siglos se fundaron muchas otras congregaciones que participan en la procesión de Viernes Santo.
A finales del Siglo XX, muchos propugnaron que se olvidaran estas viejas tradiciones, pero hoy en día son miles los tarraconenses que toman parte en esta procesión, de todas las edades, desde niños a ancianos, todos vestidos con los hábitos multicolores que definen su cofradía, muchos cubiertos con sus capirotes puntiagudos.
La tradición está más viva que nunca.
La Fundación Aurora quiere rendir un homenaje a aquellos esparteros y alpargateros que empezaron a recoger a los muertos, que antes se pudrían al sol en las cunetas de los caminos, y a todos los profesionales que hoy en día se dedican a socorrer al accidentado, a sepultarlo dignamente y a ayudar y consolar a quienes han perdido a un ser querido.